7 de marzo de 2014

DÍA 66: CARLOS PÁEZ VILARÓ, cuando el Arte y el Ritmo contagioso del Candombe se Combinan Para Lograr una Vida Plena.

La ilusión mueve más a los Hombres que la Verdad.
Leopardi.

A,
los que disfrutan plenamente, como el Maestro Páez Vilaró,
el repique sobre la piel de un tamboril….el humor,
los iluminados colores brillantes que exhudan vida, 
el vibrante sol, la alegría, el ritmo, la pasión, ser pueblo…. 
ser el amor: Estar Vivos!
De ustedes, es el Reino de los Felices.

Cuando pasé de los pantalones cortos a los pantalones largos, mi madre me regaló una caja con colores, pinceles y pinturas.

Pronto haré un largo viaje…y ya he pensado tomar mi caja con colores, pinceles y pinturas, porque, quien sabe lo que me encontraré en el camino, y a lo mejor querre pintarlo?

Palabras de Carlos Páez Vilaró, en su cumpleaños número 90, el 1 de Noviembre de 2013.


Visionario? Decidido? Quien sabe. El hecho es que apenas unos meses después, Páez Vilaró hizo su tránsito a la eternidad, y suponemos que se llevó su caja de pinturas como equipaje.

Tristeza hubo, pero también alegría, mucha, la que él seguramente siempre deseó  cuando llegara el momento de su partida.

Paseó acompañado de la música, el canto y el baile de las comparsas del Candombe una de sus mayores pasiones, por no decir la más importante; el ritmo de la alegría de vivir a plenitud como el Sol que siempre lo acompañó.


Hoy en 365 Días de Valentía Moral, rendimos homenaje a Carlos Páez Vilaró, Maestro de la vida, en cuerpo y alma.                       
Lavanderas, Velorios, Navidades, Mercados, Bailongos a la luz de la luna, poblaron los cartones y lienzos de Páez Vilaró. Eran esas las imágenes que con pasión desenfrenada plasmaba el artista. Una obra importante de recreación y revalorización estética de la negritud y sus rituales afrouruguayo, en acuarelas y óleos caracterizados por su colorido, su dimensión, su buen humor.
                                                                               
La negritud  de Páez Vilaró exhuda plenitud, jubilo, optimismo y un sentido pletórico de la vida. Páez Vilaró anuncia el brillo y el entusiasmo de su juventud eterna. La unidad de su pintura consiste en que pintaba exclusivamente temas afrouruguayos, retratando los colores que caracterizan a este grupo humano, en sus ropas, sus instrumentos, irradiando luminosidad por todos lados, bailes, tradiciones, fiestas. Su paleta ágil y rica, prefería las tonalidades cálidas y luminosas, las que confiere vitalidad singular a sus creaciones y un ritmo de euforia contagiosa.

Sucedió cuando llegó de Argentina. Lo de Carlos y el Candombe, fue “Amor a Primera Vista” y se entrego totalmente al tema. Fueron decenas de cartones, composiciones de candombes para las comparsas, dirección de sus coros, decoración de sus tambores.

Carlos dió lo máximo posible para incentivar un folklore que en aquel momento luchaba por imponerse contra la incomprensión.



Después comenzó un largo viaje…Brasil, y todos aquellos países donde la negritud tenía fuerte presencia: Senegal, Liberia, Congo, República Dominicana, Haití, Camerún, Nigeria…

En ese periplo pintó centenares de obras, realizó múltiples exposiciones y dejó su sello en monumentales murales. Se consagró a la pintura, escultura, cerámica, cine y literatura de tal manera y con tanta pasión que dejó en cada arte huellas imborrables. Del océano, Picasso, su amigo, anunciaba al mundo el fin de las guerras y pedía una oportunidad a la paz y anunciaba la llegada de la modernidad. Esa fue su escuela. Y en ella fue alumno y maestro. Humildes hasta el final. Grandes hasta la eternidad.

Este hombre de mirada sonriente y amigable, hizo LA DIFERENCIA.

Supo cultivar con equilibrio las cuatro dimensiones humanas: habilidades, conocimientos, espíritu y, sobre todo, pasión. 

Al hablar de Carlos Páez Vilaró, no podemos dejar de referirnos a su genial creación, “Casapueblo”, que es tan sencillo como suena… “Una casa-pueblo abierta 24 horas al caminante que quisiera ver o comprarle un cuadro, o simplemente charlar de la vida con él como si se tratara de un amigo de toda la vida. Con la humildad de los grandes”.



Celebró la vida como nadie. Con valores humanistas y solidarios, era un ciudadano del mundo. Desde su estratégico mirador sobre la playa de Solanas, fue y seguirá siendo el dueño de la diaria ceremonia de cinco minutos de la caída del sol, una experiencia sublime que junta a los visitantes que vienen o se quedan solo para esos cinco minutos y terminan aplaudiendo.

En toda su vasta trayectoria de realizaciones y a pesar de los viajes y los cambios experimentados en su pintura durante el medio siglo de acción, este mes de marzo estuvo como siempre, arrancando “la llamada” de su comparsa, a tambores batientes.


Carlos Páez Vilaró, además de ser un Hijo Predilecto del Sol, tuvo la valentía de Reinvindicar totalmente la Negritud  y sus Rituales en el Arte. El Negro quedó inmortalizado en su Obra. Hizo una creación artística única de temas populares; este es su legado ético y su innegable mérito al ritmo de la piel de un tamboril….Cuando la vida es color, sol, alegría, tambor, ritmo, pasión, pueblo….amor.
                                                        
Siga el baile, siga el baile, de la tierra en que nací, la comparsa de los negros, al compás del tamboril.
Ven a bailar, te llevaré en las alas de mi loca, fantasía, quiero olvidar con besos, nuestras penas, 
torbellinos de alegría....Siga el baile, siga el baile....(Jaime Ross)



                                                 

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