Día 131
Hoy, en 365 Días de Valentía Moral, queremos referirnos a un ser excepcional, único. Un ser que viene desde el comienzo de los tiempos, desde los albores de la humanidad. Único y particular, pese a compartir con sus iguales las mismas características.
Un ser, en el cual suelen primar el instinto y el corazón, sobre el cerebro. Aunque también apele a él, si la situación lo demanda.
No se detendrá ante nada para cumplir su misión. Nada habrá de atemorizarlo. Nada será imposible, si están en juego su rol y su misión.
Llevará a cabo mil y una tareas, sin parar, ni darse nunca por vencido.
De ser necesario, dará su vida por proteger aquello a su cargo.
Proveerá, proveerá alimento y amor, refugio seguro, y guía ante el camino que espera aquel, donde sus esperanzas e ilusiones se pondrán a prueba.
Y en esta tarea de proveer, podrá incluso llegar a olvidar la autoridad, los convencionalismos y el pecado, porque no hay nada que sea más importante que su misión y tarea.
Un consejo: jamás intentes hacerle daño a su cachorro, pues sacará las uñas y te destrozará.
Su recompensa se mide en función del corazón que alimentó. Y después de muchos años, podrá regocijarse con sangre de su sangre, al verlos correr y reír, felices.
Y entonces, podrá decirse: misión cumplida.
Sí, hablamos de las madres, la madre; esa persona que hace la diferencia cotidianamente, anónimamente, y casi sin tener en cuenta lo que ha realizado.
Simplemente…ha cumplido.
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