" EL QUE NO ES LO SUFICIENTEMENTE VALIENTE PARA TOMAR RIESGOS, NO LOGRARA NADA EN LA VIDA " Muhammad Alí
Hace 50 años, la historia del boxeo dio un vuelco que trascendió más allá del deporte, llegó a la política y forjó a una de las mayores leyendas.
El 25 de febrero de 1964, el mismo año en que se anunció el plan para construir las Torres Gemelas de Nueva York, Cassius Clay se convertía en campeón del mundo de los pesos pesados, a la edad de 20 años.
Hoy, en 365 Días de Valentía Moral, deseamos hacer un reconocimiento a quien es considerado hasta la fecha, como el mejor boxeador de todos los tiempos: Muhammad Ali.
Cassius Clay, era un niño de Texas, con tan solo 12 años, cuando le robaron su bicicleta. El pequeño, entre asustado y molesto, fue a hacer la denuncia a la policía. Joe Martin, el funcionario policial que atendió al chico, atrapó al ladrón y detuvo a Cassius cuando éste amenazó con darle una golpiza al delincuente.
Como si estuviera visualizando el futuro, al policía se le ocurrió que seria una buena idea llevar al niño a prácticas de boxeo. Y eso fue lo que hicieron.
No pasaron muchos días para que Cassius asistiera a su primera pelea. Y también a su primera derrota!
Pero el niño no abandonó su deseo de aprender a boxear, es más, continuó entrenando día a día con mayor intensidad. Corría el año 1960.
A los 18 años, aquel niño que había sido despojado de su bicicleta mucho tiempo atrás, ganaba la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960; sin embargo, y a pesar de su medalla olímpica y de sus 19 victorias, el pugilista seguía pasando desapercibido dentro del mundo del boxeo.
Por aquellos días, Clay entró a una panadería donde trabajaba una joven de 17 años llamada Khalilah Boyd. La joven afroamericana se dio cuenta que un boxeador con mucho futuro le estaba coqueteando.
Afuera, en las calles, se vivía una de las épocas más significativas de los Estados Unidos. Diversas ideologías luchaban por establecerse y el color de piel era un motivo para discriminar o ser respetado. Sin embargo, dentro de ese establecimiento con el olor del pan horneándose, un hombre le entregó un papel con su nombre estampado, a una joven que estudiaba en el liceo y que solo atinó reírse”.
Dejemos esta historia hasta aquí, por ahora…
El joven afroamericano que había simpatizado desde hacia ya algún tiempo con “La Nación del Islam” -llamados “Islamistas Negros”- se declaró miembro de la organización. Y el 26 de febrero de 1964, al día siguiente de coronarse como Campeón de Peso Pesado Mundial, y después de subirse a las cuerdas para exclamar: "¡Soy el rey del mundo!", Cassius Clay anunció su conversión al Islam y su nuevo nombre: Cassius X, en honor a Malcom X, quien posteriormente lo bautizarí a como Muhammad Ali.
De esta manera, el muchacho de tez oscura, ponía fin a su apellido Clay, sobrenombre dado por los dueños, a sus antecesores esclavos, en el trayecto desde África.
El cambio fue una sorpresa poco aceptada en la sociedad norteamericana, Ali se convirtió -para siempre- en una figura polémica y controvertida para las políticas del mundo deportivo.
El boxeador que sobre el cuadrilátero había hecho famosa su técnica de “volar como una mariposa y picar como una abeja”, tuvo que luchar contra la adversidad como si se tratara de un rival más.
Cuando en 1967 recibió la orden de incorporarse al Ejército Norteamericano que libraba la guerra en Vietnam, se negó a cumplir con el servicio militar, argumentando que esto iba en contra de sus creencias religiosas.
“No tengo ningún problema con el Vietcong. Ningún vietnamita jamás me ha llamado nigger (negro)”, afirmó.
Este indudable acto de Valentía Moral le costó el título profesional y se le prohibió su participación en el combate. Además se le culpó de evadir el servicio militar. Fueron cuatro años duros de batalla para poder recuperar su licencia de boxeador, pero con paciencia e insistencia, Ali lo logró.
“La mejor pelea que tuve fue en Manila contra Frazer en el 75. Pero la mejor cosa que alguna vez hice, fue no ir a Vietnam”.
Y en cuanto a la historia que dejamos inconclusa más arriba, continuó así:
“Tiempo después de aquel primer episodio en aquella panadería, regresó donde la chica que lo había noqueado sentimentalmente. Khalilah sonrió, lo felicitó y eventualmente cambiaria el “Boyd” por “Ali”, a pesar que su padre no estuviera de acuerdo en que se casara con alguien que “ni siquiera tenía un empleo formal”.
Muhammed Ali, se trascendió a si mismo, no sólo por su éxito en la industria deportiva, sino además, debido a sus firmes y activas posiciones en contra de la guerra de Vietnam y de la discriminación racial. Fue un "rebelde" en tiempos en los que desafiar lo establecido era inaceptable.
Ali demostró que la lucha por la Libertad está a nuestro alcance, cuando el motivo y el objetivo se unen para honrar una causa noble y justa para todos. Con naturalidad, le permitio al mundo comprobar que se puede ser un campeón, no solo en lo externo, sino en lo interno, allí donde los valores universales reinan para el bienestar de todos.
Querido u odiado, Muhammad Ali es un ícono para la posteridad.
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Fuentes: libertaddigital.com
elcomercio.pe y columnadeportiva.com
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